EL BRAVO PUEBLO-POR GLORIA CEPEDA VARGAS.
EL BRAVO PUEBLO.
Gloria Cepeda Vargas
Así es, el bravo pueblo, el de las siete estrellas y los tepuyes indomables. El de la Capitanía General, el huracán de José Antonio Páez y las hirvientes extensiones de Guayana. La Venezuela que ardió sin consumirse en el incendio de Simón de la Trinidad Bolívar y Blanco, se adelgaza en las noches cumanesas y se escapa los fines de semana a cantar con el mar, se está muriendo.
Luis Almagro, el secretario general de la OEA, en carta dirigida a Maduro, destapa ese “montón de perros apagados”, en que convirtió el país y que solo ahora, cuando el barco se hunde, se atreven a denunciar.
Juan Claudio Lechín, intelectual boliviano, en declaraciones para los medios, señala como origen de este caos, el genocidio venezolano forjado en la Cuba de los Castro y cohonestado de manera inexplicable durante quince años delirantes, por Hugo Chávez Frías. Destaca “la monstruosidad y perversión” de esa dirigencia, el acorralamiento del pueblo, la miseria y el terror generalizados. “Tú no eres un hombre de izquierda –le dice- Nunca podrás pagar la vida de los niños que mueren como moscas en calles y hospitales” Ni la vida de los niños ni la de los viejos ni la de los jóvenes. Es tan crítica la situación de Venezuela, que ni la imaginación de un loco de remate podría concebirla.
He dicho muchas veces que el dilema venezolano no es cuestión de divergencias políticas. La política, aún prostituida como está entre nosotros, no tiene nada que ver con éste “sálvese quien pueda”, con esta orfandad del alma, con estas multitudes famélicas, con esta capacidad humana para la ejecución casi simultánea de todo heroísmo y crueldad.
Chávez destruyó ese país. Maduro, un saco informe de estulticia y por consiguiente de arrogancia, elegido por los Castro por su servilismo perruno e indotación mental, recibió un enfermo en estado de coma. El ejemplo de Venezuela, debería develarnos lo destructor de los fundamentalismos políticos y religiosos. No somos criaturas totalmente racionales. La fiera salta cuando el poder sin freno la ciega. Tanto lo izquierda como la derecha políticas no son más que palabras alegóricas. De ahí esta guerra inmemorial en que nos debatimos.
Nos jactamos de la antigüedad de nuestra democracia y habría que indagar si conocemos el significado de esa palabra. Desespera ver cómo líderes influyentes o funcionarios con responsabilidad colectiva, despilfarran en camorras de esquina, el tiempo que deberían destinar a cumplir con su deber.
Lamentablemente, ni el drama venezolano ni el holocausto nazi ni la esclavización africana, nos abrirán los ojos. Para que eso suceda, hace falta mucha liana por recorrer y en eso estamos.
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